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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 142
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Capitulo 142

En sus sueños, Anastasia le dio su palabra a su madre. Cuando volvió a abrir los ojos, ya

había amanecido. Luego de pararse frente al espejo, Anastasia vio que sus ojos hinchados lucían más d

emacrados.

Después de dejar a su hijo en la escuela, Anastasia se dirigió al trabajo. Cuando entró al elevador, dos

mujeres frente a ellas hablaron en voz alta a propósito:

–Oye! ¿No había un trofeo en la vitrina hace poco?, Por qué ya no está?

– Escuché

que lo regresaron. iLo premiaron con engaños tan grandes que a cierta persona le dio demasiada vergü

enza aceptarlo!

– Ay, no. Si fuera yo, ini siquiera saldría de casa y mucho menos vendría a trabajar!

—¿No quieres un altavoz para que las pueda escuchar? —preguntó Anastasia.

– Ay, señorita Torres, ino dijimos de quién estábamos hablando! ¿Estás admitiendo que fuiste tú?

–Sí, estábamos hablando de alguien más. No nos malinterprete, señorita Torres.

En ese momento, el elevador se detuvo en el piso donde se encontraba el departamento de diseño. Cua

ndo Anastasia se movió para salir del elevador, una

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de las mujeres sacó un pie de repente y casi provoca que Anastasia se tropezara. Ella se giró furiosa y l

e lanzó una mirada intensa a la mujer.

–Disculpe, señorita Torres –

se disculpó la mujer de forma falsa, a pesar de que fue obvio que lo hizo a propósito.

Luego de resoplar, Anastasia caminó hacia su oficina. Gabriela ya la había ordenado por ella e incluso le

sirvió una taza de café.

A las 10 de la mañana, Fernanda organizó una junta departamental. Anastasia tomó asiento con indifere

ncia y jugó con su boligrafo. La sala de conferencias ruidosa de pronto cayó en silencio que se podía es

cuchar la caída de un alfiler. Al levantar la mirada, Anastasia vio la figura alta y atractiva de Elias entrand

o por la puerta. Hacía varios días que él no asistía a las juntas y Anastasia no tenía idea que estaba haci

endo ahi ese dia, pero agachó su cabeza de nuevo pues se rehusaba a prestarle atención. Elias tomó u

n asiento a un lado de Anastasia y Fernanda lo saludo con respeto.

– Buen día, presidente Palomares.

–Comencemos –dijo Elias en voz baja mientras observaba a la mujer a su alado.

Anastasia lucia como si tuviera muchas cosas en mente. De pronto, Fernanda le hablo:

–Anastasia…

Sin embargo, ella

estaba perdida en sus propios pensamientos y no respondió. Todos la miraron con asombro, pues pens

aban que era demasiado atrevida como para distraerse cuando tenia a Elías sentado a su lado.

–¿Me escuchas, Anastasia? –dijo Fernanda, levantando la voz.

Anastasia volvió a sus sentidos de forma abrupta y se dio cuenta de que le estaban hablando, así que a

sintió enseguida antes de decir:

–¡Ay! Por favor, continúe, directora Espinosa.

– Acabamos de recibir una orden privada especializada. El cliente pidió que tú diseñaras un juego de

joyas para ellas. No tienes problema con eso, ècierto?

Anastasia no tenía mucho dinero en ese momento, asi que no dudó en asentir.

–Claro que no.

Mientras tanto, Alexis estaba sentada del lado opuesto a Anastasia y no dejaba de bajarse el collar de s

u blusa, tanto que estaba perdiendo forma. Al mismo tiempo, estaba observando a Elias a propósito. An

astasia se dio cuenta de lo que estaba haciendo y después

levantó su mentón con una mano antes de decirle Alexis:

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–Será mejor que dejes de tirar de tu blusa o se romperá.

Alicia miró a Elias con el rostro sonrojado y después le lanzó una

mirada intensa a Anastasia. Incluso Fernanda tosió ligeramente con vergüenza y dijo:

–Comportense.

Lo que Alexis estaba haciendo era solo para los ojos de Elías, así que no se esperaba que Anastasia la e

–¿Hay algo que quisiera agregar? –dijo Fernanda mientras miraba a Elias.

– Anastasia Torres, quédate aquí. El resto se puede retirar – ordenó Elías en un tono suave.

Una vez más, Anastasia recibió una ola de miradas

de envidia y resentimiento, pero no tuvo otra opción más que

quedarse en su asiento mientras Fernanda despedia al resto y cerraba la puerta.

De ahora en adelante, deja de meterte con el negocio de mi padre, por favor. Dicho eso, también estoy a

ayuda que le has ofrecido en el pasado –

dijo Anastasia mientras miraba a Elias con seriedad. A pesar de todo, ella tenía que agradecerle.

–Solo estoy cumpliendo con mi deber, Anastasia. No necesitas sentir culpa –

dijo Elías mientras la miraba de forma significativa.

– No. Mi padre está en deuda contigo y yo te pagaré en su lugar de ahora en adelante.

Anastasia no quería que su padre se enterara de todo eso, así que tenía que pagarle a Elías en su lug