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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 148
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Capítulo 148

–No –respondió Anastasia con la cara enrojecida de coraje.

—Cásate conmigo y podrás verlo cuando quieras –dijo Elías.

– No quiero verlo! –gritó mientras que su cara se ponía aún más roja.

«¿En verdad este hombre es tan seguro de sí mismo?».

No fue hasta después de sonreír de forma significativa que él abrió la puerta y se fue, dejándola sola y a

turdida en el sofá; su mente seguía en la pantalla azul de la muerte, como si se tratara de un ordenador,

incluso cuando se cubrió sus mejillas enrojecidas, aún podía sentir la calidez de sus labios en ella.

«Qué canalla. ¿No había dicho que se iba a comportar mejor?».

No debió creerle, pues cuando ese hombre cumpliera su palabra, los cerdos estarían escalando árboles

para ese entonces. En ese momento, Anastasia volteo a ver a la habitación de su hijo, por suerte, él no

miró lo que había pasado; por su parte, a ella le dolió la cabeza al pensar en lo grave que iba a ser pasa

r sus tardes con Elías por todo el año siguiente, lo cual ya estaba dado

por sentado. A la mañana siguiente, se apresuró a llegar al trabajo después de dejar a su hijo en la escu

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ela, mientras que iba de prisa atravesando la

multitud, sus rizos rebotaban en sus hombros; estaba vestida con una blusa gris de cuadros y una falda

negra ajustada, junto con un bolso de mano que atravesaba uno de sus hombros, dicha vestimenta mos

tró de manera inadvertida su profesionalismo.

Justo en ese momento,

un sedán negro paró en la entrada de su lugar de trabajo, se trataba de Elías, quien fue para agarrar un

documento y llevarlo de regreso al Corporativo Palomares, cuando de repente, la miró venir por la calle

mientras que ella zigzagueaba entre la multitud de trabajadores mientras que irradiaba una seguridad fu

erte, hipnotizante y con sentido de calma. Fue ahí cuando Anastasia miró su reloj y notó que solo faltaba

n dos minutos para poder registrar su entrada, por lo que sintió pánico al instante y corrió hacia el vestíb

ulo, sin darle importancia a que se miraba un poco miserable haciendo eso. Lo que no sabía, era que Elí

as estaba presenciando todo desde adentro de su auto y el comportamiento de ella lo había hecho sonr

eír.

En el pasado, ni siquiera sabía que una

mujer como ella existía, pues no era en particular destacada o atractiva, pero tenía cierto encanto que lo

hacía volverse loco; incluso estaba dispuesto a ser catalogado como un mirón por observarla de esa m

anera. De último minuto, ella alcanzó a registrar su entrada y sonrió cuando miró que la luz verde se enc

endió, sintiéndose de alguna manera realizada y de forma inexplicable, satisfecha de haber llegado justo

a tiempo al trabajo; después de que Anastasia entró a su oficina, Gabriela le llevó su taza de café.

–¡Tiene una reunión con un cliente hoy, señorita Torres! ¿Necesita que prepare algún material? –

preguntó. Anastasia recordó de inmediato que se iba a reunir con Lidia, por lo que se acercó a un muebl

e para sacar unos documentos y ponerlos en el escritorio-. ¿Necesita que vaya con usted, señorita Torre

s?

–No hay necesidad, primero voy a analizar la situación y después te llevaré conmigo –

contestó con una sonrisa y agitando la cabeza. Después de todo, Lidia solo intentaba hacer las cosas m

ás difíciles y si se llevaba a Gabriela, la otra la iba a molestar, así que, ilo mejor era resistir esa presión s

ola! Alrededor de las diez de la mañana, Anastasia llamó a Lidia.

¿Por qué me llama hasta ahorita, señorita Torrcs? Es seguro que la eficiencia de su trabajo puede ser m

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ejor que esto!

–Le pido disculpas, iré enseguida. ¿Dónde le gustaría que nos viéramos?

–¡Te daré la dirección para que puedas venir! –

gruñó Lidia impaciente. No pasó mucho tiempo después de eso cuando Anastasia recibió la dirección y

después de teclear la dirección en su dispositivo, bajo para llamar a un taxi y dirigirse a su destino. Dura

nte el camino, no pudo evitar desconectarse y pensar en Elias: imágenes de él acompañando a su hijo fl

otaron por su mente; cuando estaba dejando a Alejandro en la escuela esa mañana, este incluso le hizo

una pregunta que ella no esperaba.

–¿El señor Palomares vendrá esta noche a nuestra casa a cenar, mami?

–Si contestó ella para calmar a su hijo. Al ver como

su hijo daba saltitos de alegría al escuchar su respuesta, ella esperaba que Elías pudiera estar disponible

«¿Qué me pasa? ¿Por qué en estos últimos días todos mis pensamientos se llenan de este hombre?».

–Ya llegamos, señorita –dijo el conductor del taxi en ese momento.

Cuando Anastasia levantó su cabeza para mirar por la ventana, observó la señal de un café evocador, de

era de los cuales solo la gente rica podia darse el lujo de ir, pero para alguien como ella, ser capaz de tom