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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 156
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Capítulo 156

El hombre dejó de llamarla cuando no logró localizarla con la primera llamada, por su parte, Anastasia

se dedicaba a mirar las calles atestadas por fuera de la ventana y no podía dejar de recordar la imagen

que había visto hace rato.

«No está pasando nada entre Elías y yo, así que si él quiere compartir un beso con alguien más, no es

de mi incumbencia. No obstante, ¿por qué me siento enojada sin razón alguna? ¿Qué tiene de malo

que bese a Helen? Aparte, ellos han hecho cosas que son más íntimas que un beso, o quizás sea Helen

quien ha estado satisfaciendo su deseo sexual todo este tiempo. De otra manera, seria anormal que un

hombre de 29 años no tuviera ninguna necesidad en lo absoluto.

Demonios! ¿Cómo se atrevió a obligarme a que lo besara? ¡Estoy muy enojada!“, pensó ella, pues

concluyó que Helen era la actual compañera de cama de Elías.

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Cuando Anastasia pasó por su hijo al jardín de niños, el pequeño volteó a ver atrás de su mamá, luego,

volteó a ver a sus alrededores y levantó la cabeza para poder hacerle una pregunta a ella.

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lama

–Mami, ¿dónde está el señor Palomares? ¿Por qué no está aquí?

– Él no vendrá esta noche, tiene otros asuntos que atender –explicó Anastasia mientras dirigía a

Alejandro agarrándolo de la mano y saliendo del territorio escolar. Justo en ese momento, los ojos del

niño se llenaron de emoción y se soltó del agarre de su mamá.

– Mami, ime mentiste! ¡El señor Palomares está aqui! –gritó.

Después de que el dijo eso, corrió en dirección del hombre, por lo que ella se dio la vuelta y miró la

figura imponente de Elías; a decenas de metros en la lejanía, ella pudo sentir la mirada filosa de los ojos

que eran tan oscuros como la noche, ocasionando que su expresión cayera y le regresó la mirada.

uéQué no tiene una cita con Helen? ¿Qué hace aquí?».

–Señor Palomares! –exclamó el pequeño niño corriendo hacia el hombre y saltando hacia él, haciendo

que el otro reaccionara rápido, abriendo sus brazos y levantando al pequeño en un movimiento que

parecía natural en lo particular–. Señor Palomares, idijo mami que estaba muy ocupado y que no iba a

poder venir! –dijo mientras que ladeaba su cabeza para un lado.

–No importa qué tan ocupado esté, aun así, vendré por ti a la escuela –contestó Elías, después extendió

su mano y acarició la cabeza del niño–. Subamos al auto.

Ese hombre sabía que siempre y cuando el niño estuviera dentro del auto, en definitiva, Anastasia

tendría que seguirlo; aparte, había puesto un asiento especial en el vehículo ese día: un asiento para

niños. Primero, Anastasia había planeado regresar en taxi junto con su hijo, pero al ver que entró al auto

de Elias, no tuvo más opción que caminar hacia ellos.

–Crei que tenías una cita, entonces, ¿qué haces aquí?–cuestionó con una risita llena de frialdad. En

lugar de contestarle, Elias cerro las puertas traseras y le dedicó una mirada perforante y fría antes de

cuestionarla también con disgusto.

–¿Por qué no contestaste mi llamada?

–¿Me llamaste? No escuché –mintió Anastasia con tal delicadeza que ni siquiera parpadeó. Elias

sabia que ella había ignorado a propósito la llamada, así que no le quedaba más que dar una

explicación.

_Fue un malentendido. Había algo en el ojo de Helen y nada más la estaba ayudando a revisarlo.

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—Presidente Palomares, ¿por qué me está explicando eso? No hay nada que yo deba malentender, pues no me interesa el tipo de relación que tiene con Helen –contestó a pesar de que su explicación le

pareció ridícula, después le regaló una sonrisa brillante. La expresión de Elías se volvió rígida cuando

escuchó eso y su mirada se tornó tan oscura como la noche; en ese momento, estaba de un humor

terrible y la frustración se generó dentro de él.

––Anastasia, déjame repetir: Helen y yo apenas y somos amigos —anunció de manera dominante y la

agarró de los brazos de forma repentina.

– Presidente Palomares, ¿por qué me lo explica de manera tan clara? No tengo nada que ver con la relación que mantiene con Helen -se burló Anastasia, mirándolo con frialdad.

Con eso, a fuerzas se soltó del agarre de él, abrió la puerta trasera del auto y se subió; durante el. viaje,

Elias habló con el niño, le preguntó sobre qué clases había tenido ese día, que comió e incluso sobre lo

que hizo en la tarde, a lo cual Alejandro contestó feliz todas las preguntas. Mientras tanto, Anastasia

miró afuera por la ventana, con los brazos cruzados sobre su pecho, pensando en qué cocinar esa

noche.

–Hay que comprar algunas cosas en la tienda que está debajo de mi departamento –le comentó a Elías.

– Claro –respondió él.

Al mismo tiempo, la volteó a ver con sus ojos muy profundos por el espejo retrovisor, dio la casualidad

de que ella también volteó a ver a ese espejo, por lo que sus miradas se cruzaron. Al notarlo, Anastasia

de inmediato apartó sus ojos, pues se rehusaba a encontrarse con los de él.