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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 70
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70

«¿Qué está haciendo? ¿/Trata de presumir lo veloz que puede ir su carro cambiando de 48 a 110

kilómetros por hora de un jalón!? iGielos! ¡Este hombre me dará un ataque!».

– Pensé que eras muda —comentó Elías, sonriendo.

-El mudo aqui eres tú -replicó mientras le miraba, sintiéndose enfadaba y sonando casi como si quisiese

maldecirlo.

De cualquier forma, Elias no estaba enojado, sino divertido por la respuesta de Anastasia, por lo que

reaccionó agrandando su sonrisa. El carro fue disminuyendo su velocidad y ella decidió que no le haría

más caso. Se quedó callada hasta que llegaron a la residencia de los Palomares. Al llegar, fueron

recibidos por la vista que proporcionaba la reja de apariencia magnífica frente a la mansión. En ese

momento, fue que Anastasia se dio cuenta de lo rico y poderoso que era en realidad Elías, incluso lo

relacionó con lo que había escuchado en los medios de comunicación sobre que nadie podía estimar de

forma acertada el valor real de su fortuna. Después de todo, lo que habían logrado descubrir de dicha

fortuna solo era una infima fracción del total.e apuró a arreglar su atuendo, puesto que quería

presentarse de la mejor manera frente a Eva, mientras seguía a Elías por la puerta principal. Sentía

como si hubiese entrado al jardín de un palacio, lleno de panoramas exóticos y raras especies de

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plantas. Por otro lado, Eva se encontraba hablando con Helen cuando una empleada le informó que

Elías había llegado, así que le pidió a Helen si podía retirarse, pero ella aprovechó la oportunidad para

intervenir.

-¿Elías vino acompañado de la señorita Torres? —preguntó Helen a la empleada.

-¿Conoces a Anastasia, Helen? -dijo Eva, sorprendida.

-Sí, la conozco. Fue una buena amiga mía desde la primaria hasta la preparatoria. —Helen sonrió un

poco antes de añadir-: Pero después de eso, nos distanciamos por un malentendido.

-¿Ella sabe lo que pasó entre tú y Elías?

-Sí, lo sabe -concordó Helen, asintiendo.

Eva suspiro. Se le hacía difícil creer que Helen, la joven que le había dado su virginidad a Elias, era la

antigua compañera de clase de Anastasia, cuya madre había salvado la vida de su nieto. Cuando Elías

y Anastasia entraron al pabellón, el hombre se sorprendió de ver a Helen sentada a un lado de su

abuela, puesto que no tenía idea de que ella estaria ahi. Al mismo tiempo, Anastasia encontraba su

presencia molesta. Sus ojos brillaban con odio cada vez que la veía.

—¿Por qué estás aquí? —Elías se acercó a Helen y, en verdad, lucía más como un interrogatorio.

-Lo siento, Elías. Quería conocer a tu familia, así que…

Helen se mordió el labio y agachó la cabeza. Parecia que tenia miedo de que la regañaran. Del otro

lado, él enfocó su mirada sobre ella, suponiendo que tal vez ella le dijo algo imprudente a Eva.

-Al fin llegaste, señorita Torres. Por favor, ven y siéntate. —Eva apenas podía ocultar el gusto y la

preferencia que tenía hacia Anastasia.

-Buenos días, señora Palomares – saludó Anastasia con educación.

-Señorita Torres, estuve esperando poder conocerla. Ahora que estamos cara a cara, iluce mucho más

hermosa de lo que me imaginaba!

Eva elogiaba a Anastasia sin contenerse, mostrando de forma indirecta su cariño por ella. Por su parte,

Helen, quien observaba la interacción, se sintió celosa de Anastasia, puesto que tenía la noción de que

la familia Palomares preferia a Anastasia porque su mamá salvó a Elias. A causa de eso, Helen

deseaba con fervor cambiar lugares con Anastasia y afianzar su posición como la nuera de la familia.

-Anastasia, viniste. -La saludó Helen.

Ella solo le lanzó una mirada gelida antes de regresar su atención hacia Eva.

-Señora Palomares, me gustaría hablar con usted en privado.

Al escuchar eso, Elías entrecerró sus ojos y se preguntó si Anastasia iba a rechazar la petición de su

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abuela.

– Claro! De cualquier forma, también quiero hablar contigo. Vamos, sentémonos a hablar.

Eva tomó de la mano a Anastasia y se fueron juntas. Llegaron a un jardín afuera de la sala donde se

pusieron cómodas en un sillón frente al escenario hermoso. Poco después, una empleada sirvió frutas y

bocadillos para las dos.

—Té, señorita Torres.

-Gracias, señora Palomares. – Anastasia levantó la taza y tomó un sorbo del té, el cual expedia un

aroma placentero.

-Señorita Torres, he estado esperando poder agradecerle por la vez en que su madre salvó a mi nieto

en aquel entonces. Si bien estoy triste por el fallecimiento de su madre, en verdad he estado buscando

la oportunidad para compensarle a usted y su familia –comentó Eva con sinceridad.

Al sentir la culpa que cargaba la señora, Anastasia negó con la cabeza y le contestó:

-Por favor, no se lo tome a pecho, señora Palomares. Mi mamá salvó a su nieto porque era lo correcto,

lo que tenía que hacer.

-Niña, quiero que sepas que la familia Palomares siempre será tu segunda casa si así lo deseas. Por

ahora, me gustaría ser como tu abuela y haré mi mayor esfuerzo para cuidarte, a ti y a tu hijo -expresó

Eva con lágrimas en los ojos